Niñas y niños peruanos, los más afectados por violencia sexual

Las niñas y niños peruanos son los más afectados por agresiones de tipo sexual, indicó el miércoles pasado la Defensoría del Pueblo, que sostuvo que de las 2.800 denuncias sobre violaciones, vejaciones y acosos de índole sexual que se presentaron en Lima el año pasado, en más de 2.000 casos, las víctimas fueron menores de edad.

La defensora adjunta Mayda Ramos Ballón, explicó que la cifra registrada por la Séptima Región policial, resulta referencial, en la medida que muchos niños tienen miedo de informar a sus padres estas dramáticas experiencias. Precisó que la Defensoría ha creado una instancia especializada en el tema de violencia sexual contra niños y niñas, dado el crecimiento de ese tipo de delito en el país y las graves secuelas que ocasiona en la vida de las victimas, sus familiares y la comunidad en su conjunto. Ramos precisó que esa Defensoría Adjunta también vigilará el papel que desempeñan los organismos públicos frente a la incidencia de la violencia sexual contra menores.

Una encuesta de la empresa Apoyo reveló que sólo uno de cada 10 casos de maltrato físico y/o sexual, son denunciados ante las delegaciones policiales. Representantes de la Red Peruana contra la Pornografía Infantil indicaron a su vez que muchas de estas agreciones a niños, niñas y adolescentes - la mayoría- son cometidas por personas del entorno familiar y amical de la víctima.

El Ministerio de la Mujer lanzó recientemente una campaña informativa para escolares sobre el cuidado de su cuerpo y la necesidad de “romper el silencio” ante cualquier indicio de abuso sexual.

No obstante, el sexo sigue siendo un “tema tabú” en la sociedad peruana, donde pocos padres se animan a explicar a sus hijos los riesgos a que están expuestos, y la educación sexual se restringe a los últimos grados, y como materia complementaria. Muchos niños y niñas que son víctimas de abuso sexual, padecen verdaderos infiernos durante años, sin que los padres adviertan lo que les está ocurriendo. Algunos de estos casos terminan en suicidio. De otro lado, la pobreza que aflige a más de un 50 por ciento de las familias peruanas, permite, en muchos casos, que la víctima permanezca bajo el mismo techo del agresor.