Un aproximado de 100 adolescentes varones son Explotados sexualmente en las calles de San José

Informe de: Nicolás Aguilar R.

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San José - Costa Rica.- Tiene una larga cabellera negra, piernas largas, labios carnosos y una mirada pícara de la cual saca provecho para coquetear con los hombres que pasan a su lado sin dejar de mirarlo. Sus senos casi saltan de una ajustada blusa verde claro y trata de seducir dando media vuelta sobre sus tacones altos para mostrar su estilizada figura. “Hola, mi amor, si quiere divertirse un rato...”, le dice a un hombre de unos 40 años que detiene su automóvil en barrio Amón, en la capital, y con quien se marcha tras una breve conversación. Valezka tiene 23 años, trabaja cerca de la Clínica Bíblica. La noche del jueves coqueteaba con clientes.

Aunque parece una modelo de las que salen a diario en los periódicos y la televisión, y con voz sensual dice llamarse Melissa, este personaje no es mujer.

Es uno entre más de 100 adolescentes que se prostituyen como travestis en las calles del centro de San José, donde es posible encontrarlos toda la semana a partir de las 8 p. m. y hasta avanzadas horas de la madrugada.

Su presencia en las calles capitalinas es más evidente los viernes, sábados y domingos, especialmente frente al Instituto Nacional de Seguros (INS) y en el Parque Nacional, en las cercanías de la Asamblea Legislativa.

Estos muchachos, de 15 a 17 años, hacen una fuerte competencia a unos 400 travestis adultos que laboran en San José, algunos de los cuales se quejan porque “pierden clientela”.

La presencia de los menores es confirmada por el subjefe de la Policía Municipal, Isidro Garro Rodríguez, quien asegura que “se les detiene con frecuencia durante nuestros operativos”. “Hay muchos y cuando los detenemos se los entregamos a familiares. En algunos casos los padres reaccionan con sorpresa, pero otros saben en qué andan sus hijos”, comentó Garro.

Los adolescentes alegan que “se ganan la vida honradamente” y al día siguiente regresan a las calles, nuevamente vestidos de mujer, para “seguir pulseándola”.

Al costado norte del MOPT, en San José, los travestis dicen atender entre sus clientes a “muchos hombres casados”.

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Marvin Caravaca

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“Mire, lindo, me echaron de mi casa cuando tenía 12 años porque mis papás decían que yo era un afeminado. La pasé muy feo hasta que conocí a un hombre que me dio dinero para que viviera con él”, afirma Luz, un muchacho que la madrugada del jueves competía por clientes frente al edificio del INS.

Es delgado, esbelto, usa peluca, pestañas postizas y recurre a un abundante maquillaje para transformarse en una “atractiva joven”.

Con una ajustada licra color lila, se pavonea frente a un vehículo, cuyo conductor y un acompañante le gritan “rica” antes de preguntar por el precio de sus servicios.

“Cuando mi amigo me abandonó para irse con otro chiquillo tuve que tirarme a la calle. Tenía que sobrevivir de alguna manera y en este trabajo se gana bien”, añade Luz antes de marcharse con dos clientes de entre 20 y 25 años.

Otros adolescentes como él se prostituyen por la misma razón: fueron rechazados en sus casas por ser afeminados y jugar con muñecas desde muy pequeños.

Víctimas de pedófilos. “Sabemos de más de 100 adolescentes, incluso niños, que se prostituyen porque no tienen otro camino. Hay pedófilos, entre ellos hombres casados, que los abusan y luego los abandonan”, afirma Gerardo Mairena Rodríguez, presidente de la Fundación Michael, que vela por la protección “de menores con diversidad sexual diferente”.

“La historia es siempre la misma. Son menores marginados, rechazados en su casa y molestados en las escuelas. Después los lanzan a la calle y caen en manos de explotadores sexuales”, dijo Mairena. Según agregó, muchos adolescentes travestis también “trabajan” como bailarines eróticos en algunos bares capitalinos, “que ya reportamos a las autoridades”.

Pese a ello, los menores regresan una y otra vez a las calles porque “no tienen adónde ir ni otras oportunidades de subsistencia”.

Laura, de 17 años, con dos años de experiencia como travesti, es un ejemplo viviente de esa situación. Asegura que fue abusado a los 13 años por “un amigo de la familia” y tuvo que abandonar su casa porque “me trataban muy mal”. “Me criticaban porque soy muy finita. Ahora tengo muchos clientes y con lo que me gano pago un hotel, como bien y me compro la ropa que quiera”, expresó. Mairena insiste en la necesidad de programas de educación para “evitar que echen a más niños diferentes de sus casas” y aboga por la participación de instituciones como el Ministerio de Educación Pública y los sectores religiosos.

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Sida sin control

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Pese a la cantidad de travestis, el único programa para la prevención del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) con que cuentan es promovido por un particular.

Se trata de Carlos Alfaro, presidente del Movimiento Costarricense de Lucha Contra el V.I.H., quien los visita en las calles capitalinas para entregarles preservativos y recomendarles medidas para evitar un eventual contagio. “El Estado no está aportando recursos para velar por este sector de la población gay costarricense. Los travestis son invisibles para muchas autoridades y así jamás se podrá controlar el sida”, sostiene.

La Asociación no cuenta con informes precisos acerca de la cantidad de travestis con sida pero, basados en entrevistas con ellos, estiman que “el número de portadores puede ser muy alto”.

Lo mismo sucede con los adolescentes, algunos de los cuales confían a sus amigos tener sida, pero continúan ejerciendo la prostitución “por necesidad”, comentó, por su parte, Mairena.